Es conocido como el Gran Asedio a Gibraltar, ocurrió el 21 junio de 1779 cuando fué cerrada la frontera por parte española con Gibraltar al tiempo que se mandó constituir en la ciudad un consejo de guerra encabezado por el gobernador.
Las fuerzas terrestres españolas estaban compuestas por dos batallones de guardias españoles, dos valonas, mil artilleros y doce escuadrones de caballería: unos 13.000 efectivos.
Las fuerzas marítimas que debían realizar acciones de bloqueo de suministros en la bahía tenían su base establecida en Algeciras y estaba formada por una flota de varios jabeques y lanchas cañoneras. Una flota de once navíos y dos fragatas se situó en el Golfo de Cádiz con el objetivo de impedir el paso de refuerzos británicos.
Desde los primeros días del asedio se comenzaron a reconstruir las antiguas baterías del istmo que vendrían a completar las ya creadas en los años. Estas obras, parte de un ambicioso proyecto de fortificación llevado a cabo en toda la bahía de Algeciras, fortificaban especialmente la zona del istmo en la llamada Línea de Contravalación de Gibraltar mientras el resto del litoral estaba reforzado por gran número de fuertes y baterías que eran capaces de cruzar fuego contra un único enemigo. La construcción de estos fuertes y baterías artilladas había comenzado en 1729, siendo objeto de quejas por parte de las autoridades gibraltareñas durante los años siguientes. En octubre llegaron a la zona 20.000 hombres para engrosar las filas españolas que se asentarían en una zona especialmente preparada para ello y aún hoy denominada Campamento, en los alrededores del fuerte de Punta Mala. La artillería se situaría en la zona de la Tunara, junto a la batería del mismo nombre y más cerca de la frontera.
El gobernador de Gibraltar, tenía a su disposición 5.382 hombres y el almirante una flota de un navío, tres fragatas y una goleta. La ciudad rompió fuego contra los trabajos de reparación de fuertes el 12 de septiembre desde las baterías de “Green’s Lodge”, “Wills’s” y “Queen Charlotte” cercanas a los sitiadores. El fuego español no se hizo esperar y pronto las baterías del istmo abrieron fuego contra las situadas en las faldas del peñón.
La principal baza para la toma de la ciudad no era, sin embargo, la acción de la artillería y el asalto directo; este tipo de acciones ya se habían demostrado insuficientes en los anteriores asedios de 1704 y de 1727. Debía ser fundamental el bloqueo de suministros a la ciudad, ya que en los anteriores sitios se había puesto de manifiesto que mientras la ciudad tuviese víveres resistiría la acción armada. De este modo, durante las primeras semanas la flota situada en las proximidades del Estrecho conseguía evitar la llegada de ayuda a Gibraltar, de modo que al cabo de unos meses la situación dentro de la ciudad comenzaba a ser desesperada al escasear los alimentos. Desde la ciudad el consejo de guerra había garantizado, tan pronto como se conoció el cierre de la frontera, contactos con el reino de Marruecos con el objetivo de recibir los suministros necesarios desde los cercanos puertos norteafricanos
En la ciudad el hambre comenzaba a hacer mella en los sitiados, mientras las autoridades gibraltareñas esperaban la llegada de refuerzos que habían zarpado a principios de 1780 desde Londres con la orden de hacer puerto en la ciudad a toda costa. Escaseaba el pan y los alimentos, mientras que los artículos de primera necesidad adquirían por estas fechas precios desorbitados. Aunque diversos barcos habían podido llevar alimento a la ciudad desde Marruecos, muchos gibraltareños empezaban a acusar los efectos de una alimentación deficiente.
El 16 de enero la flota que debía aprovisionar a la ciudad sitiada, compuesta por 21 navíos de línea, avistó a la flota de once barcos que estaba apostada en las proximidades del Cabo de San Vicente impidiendo el paso de barcos británicos. Los españoles no fueron capaces de advertir la gran cantidad de barcos que se les acercaban debido a la niebla que en esos momentos invadía la zona; cuando por fin pudieron constatar la superioridad de los ingleses, optaron por regresar a Cádiz antes de hacer frente al enemigo. Los barcos británicos emprendieron la persecución convencidos de la ventaja que poseían. A las cuatro de la tarde ambas flotas entraban en combate a pesar de que la inglesa casi doblaba a la española. Tras una hora de lucha el navío español Santo Domingo fue incendiado, muriendo todos sus ocupantes. La escuadra española puso dirección a Cádiz, siendo perseguida e interceptada. Poco después el navío del almirante, el Fénix, se vio rodeado hasta por cinco barcos británicos y, herido el capitán por una bala en su oído izquierdo, perdido el palo de mesana y haciendo agua, se rindió. Después de haber capturado cinco barcos españoles, la flota inglesa llegaba a Gibraltar el 18 de enero con los víveres. Tras dejar varios barcos en la zona, marchó con el grueso de su flota a Marbella, abandonando las aguas de la bahía y tomando la ventaja del mar abierto ante la posible llegada de la flota española de Cádiz.
Tras las inútiles negociaciones de 1779, las acciones bélicas contra la ciudad sitiada aumentaron a partir de mediados del año 1780. Los barcos de provisiones continuaban llegando al puerto de Gibraltar e informaban al mando sobre los movimientos de la escuadra española en los alrededores de la Bahía de Algeciras. Los trabajos en las trincheras y el fuego inglés eran ya una constante en el sitio, como había ocurrido en los anteriores. Los buques estacionados en el muelle norte hacían fuego constantemente contra los fuertes españoles, por lo que se mandó varias lanchas cañoneras durante la noche con el objetivo de incendiar los barcos ingleses. Alertadas por el buque “Enterprise”, las lanchas británicas salieron en persecución de las cañoneras españolas, que hubieron de refugiarse en Algeciras al amparo del fuerte de Isla Verde. Durante todo ese año se sucederían las escaramuzas entre las dos fuerzas. El intenso cañoneo que caracterizó los primeros años del sitio obligaba también a refugiarse a gran parte de la población civil de Gibraltar en Punta Europa, lejos de la zona batida por las baterías españolas.
Desde Marruecos seguían enviándose víveres de todo tipo a la ciudad a pesar del cerco marítimo que trató de mantener la escuadra española. El 30 de agosto la tripulación de una barcaza marroquí informaba al gobernador de Gibraltar que desde el gobierno central del país africano se habían dado órdenes de permitir el asalto español de cualquier barco británico que llegara a sus costas. De este modo, el 26 de diciembre se firmaba un acuerdo entre Marruecos y España que terminaría con la expulsión del cónsul británico en el país norteafricano; éste embarcó en Tetuán para ser conducido a Algeciras el 28 de diciembre y de ahí al campamento español localizado junto al Río Palmones para ser definitivamente conducido a Gibraltar el 11 de enero. Una vez cortado el tráfico con el norte de África, en octubre comenzaron de nuevo a escasear los víveres en Gibraltar, lo que provocó una epidemia de escorbuto. Afortunadamente el 12 de abril de 1781 llegaba a Gibraltar una gran cantidad de alimentos en cien barcos de transporte tras romper el cerco español. Los 28 navíos y diez fragatas que acompañaban a la expedición lograron superar fácilmente a las escasas lanchas cañoneras y aprovisionar de este modo a la ciudad.
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